
Dragones de Lavapiés ofrece nueve horas diarias de deporte al aire libre en espacios públicos de lunes a sábado a un total de 400 chicos, chicas y personas no binarias de 50 procedencias nacionales distintas, la mayoría niños y niñas que viven en Lavapiés. Nuestra defensa de la diversidad no puede ser más que a ultranza. Nuestros entrenadores y entrenadoras, nuestra junta directiva, los dragones y las dragonas, encarnamos con orgullo la superdiversidad. El fuego que recorre nuestras gargantas arde en amazigh, en árabe, en wolof, en bambara, en italiano, en aymara, en guaraní, en bengalí, en ilocano, en chino… Y nuestro español es también dominicano, ecuatoriano o venezolano. A través de nuestras diferencias el deporte construye vínculos de solidaridad, confianza y comunidad.
Hemos formado este año más de 20 equipos: 16 de fútbol municipal, uno senior compuesto por refugiados, un equipo de fútbol federado masculino, un equipo de mujeres que compite en una liga femenina; un equipo de fútbol y otro de baloncesto queer y el más complejo, un equipo de baloncesto con chicos en riesgo de entrar en bandas violentas.
Los Dragones hemos comprobado cómo la diversidad florece allá donde hay respeto por ella. Y cuando las mujeres que acompañaban a sus hijos a jugar a fútbol quisieron ser protagonistas, las apoyamos. Rompían no sólo estereotipos de género, sino también asociados a su religión y a su edad. Mujeres de cuarenta años marroquíes y musulmanas como Fátima o Safae jugaron a fútbol con brasileñas, argentinas, ecuatorianas y españolas y crearon un impacto que cambió las relaciones entre madres e hijos y también dentro del club. Fue así cómo de las cinco niñas entre 80 niños que empezaron a jugar en 2014 en Dragones, pasamos a ser en 2020 más de 100 chicas entre 350 futbolistas.
Las mujeres hemos creado clases de árabe, clases de inglés con voluntarios americanos (la Embajada Americana nos ayudó a arrancar las clases) y sobre todo hemos hecho posible que las niñas jugaran a fútbol. Hombres y mujeres creamos un espacio seguro en medio de la ciudad, en pleno Rastro, en un antiguo palacio recién derruido y sobre el que, con el permiso del Ayuntamiento, empezamos a entrenar diariamente.
El impacto de nuestros proyectos lo medimos con los indicadores del ODS 11: el ODS de las comunidades sostenibles y resilientes. Aunque obviamente impactamos también en el 3 (salud), en el 4 (educación) y en el 5, igualdad de género, durante el confinamiento tuvimos una prueba extrema de que el ODS 11 era el que nos importaba más. El local que ocupamos en la corrala histórica de Tribulete se convirtió en banco de alimentos con la colaboración de nuestro sponsor Central Lechera Asturiana y FESBAL y en lugar de distribución de ayuda básica para todo el barrio. La gente de la cultura y los teatros, del Teatro del Barrio, se unió para crear un movimiento intergeneracional e intercultural de apoyo mutuo tomando rápido decisiones difíciles y arriesgadas que se demostraron adecuadas. Y todo arrancó del fútbol. Y también del “Escuela y Despensa” de Joaquín Costa, y de Tagore, creador en los bosques de Bengala del Santinketan o escuela de Paz y autor entre muchas obras de “El cartero del rey”, la obra que representaron los niños del orfanato en el guetto del Varsovia a instancias de su director Janusz Korczak antes de ser exterminados. Aunque no sea comparable la perspectiva durante el confinamiento para los niños de Lavapiés era muy lúgubre y la pizza no la alegraba como bien se atrevieron a denunciar algunos. Los cuentos que repartimos en la “biblioteca clandestina”, la comida fresca y el campamento que conseguimos armar en mayo con salidas a la naturaleza nos ayudaron a remontar uno de los confinamientos más duros de Europa: en casas en las que no hay espacio, con frecuencia húmedas y oscuras.
El conocimiento que hemos obtenido de nuestra comunidad a través del fútbol ha sido muy valioso y nos ha servido para apoyar a niños y familias en situación de vulnerabilidad colaborando con los servicios sociales o poniendo en contacto los recursos dentro de la propia comunidad. Pero no siempre lo hemos conseguido. Hay muchas violencias que niñas y niños sufren que tan sólo llegamos a denunciar, como la falta de un hogar, algo frecuente en nuestros jugadores y jugadoras, que han sufrido uno o más desahucios, o que viven en infraviviendas.
Jugando a fútbol descubrimos el racismo en nuestra sociedad, los insultos a niños afro, o el cambio de resultados de un árbitro neonazi. Pero descubrimos un racismo mucho peor: el que expulsaba del sistema educativo especialmente a nuestros jugadores afro en el primer año de instituto, allanándoles el camino hacia sus pares en bandas. El mismo miedo a que las bandas entraran en el instituto provocó, además de otras causas, la adhesión casi inmediata de estos chicos a los Domenican Don´t Play.
En 2022, adidas a través de Football Against Racism Europe, organización a la que pertenecemos, seleccionó nuestro proyecto para prevenir la violencia urbana juvenil. Durante varios meses organizamos actividades de teatro, rap, freestyle y breakdance en la Casa Encendida. Posteriormente el Museo Reina Sofía, la Fundación Carasso y Hablar en Arte nos ofrecieron la oportunidad de investigar sobre el fenómeno de la violencia. Contactamos de nuevo con los chicos que jugaron en Dragones nueve años atrás y que habían entrado en bandas al empezar el instituto en 2016. Recuperamos el vínculo, hicimos teatro juntos y baloncesto. Seguimos aprendiendo. Lo que nos contaron era tan terrible como habíamos imaginado. Ayudar a sus familias a salir de la pobreza y la falta de guía eran algunas de las razones para buscar la solidaridad de la banda.
Tras haber puesto en marcha múltiples metodologías en nuestros entrenamientos, como la del proyecto europeo Move In de prevención de la violencia durante tres años o la del proyecto de La Caixa con Intered para la prevención de la violencia de género sabemos que la intervención que hacemos es buena. Se basa en estos principios: horizontalidad, participación y seguridad. Las familias son dueñas del proyecto, los niños y niñas son escuchados y apoyados de forma incondicional y existe un sistema de supervisión y salvaguardas basados en la comunicación.
Por último, el deporte entendido así exige compromiso público. Ganamos la beca de FARE para crear el proyecto Black Lives Matter en el Deporte, y creamos un diálogo que culminó en exposición sobre deportistas afro que han cambiado la sociedad y el deporte con su ejemplo. Formamos parte de Football for the Goals, la iniciativa de Naciones Unidas para canalizar la energía del fútbol como forma de alcanzar la sostenibilidad. Hemos creado el torneo 17 Goles, jugado en Madrid, en Freetown, Sierra Leona y en Keurbabowndiity , en Senegal. Llevamos nuestro compromiso con los ODS a las Juntas Generales de Guipúzcoa, donde fuimos invitados por la Fundación Donosti Cup hasta en tres ocasiones. Apoyamos el feminismo, formamos parte de Museo Situado de Reina Sofía, de la comunidad de futbolistas Common Goal, de la Homeless World Cup y de esta Alianza contra la Pobreza Infantil. Necesitamos gritar que hacen falta alternativas esperanzadoras para nuestras niñas, niños y adolescentes y que las políticas represoras o de mano dura no son solución respecto a la violencia. Así lo han estudiado Feixa y otros expertos internacionales como Nelsa Curbelo. Y así hemos tratado de explicarlo en el Consejo de Seguridad del Distrito Centro, en el Consejo Local de Atención a la Infancia y a la adolescencia, en la Mesa Técnica contra el Racismo y la Xenofobia del Ayuntamiento de Madrid… y así tratamos de contarlo aquí, en este congreso de los Diputados.
Nos preocupa cómo triunfan narrativas en las que los niños que pertenecen a bandas dejan de considerarse niños. La intervención comunitaria a través del arte y el deporte se hace ahí muy necesaria. Y el apoyo a una iniciativa como la nuestra, también. Necesitamos establecer alianzas y comunicación como las que mantenemos con organizaciones como Fútbol Mas, la Fundación del Athletic de Bilbao, Common Goal o Fundación La Liga (en el proyecto FIRE,Football for the Inclusion of Refugees). Los Dragones y las Dragonas podemos ayudar a valorar la diversidad y a que los clubes de fútbol entiendan la importancia de su impacto social en áreas como la igualdad de género, la integración de refugiados o la construcción de la paz.


