FÚTBOL POR LA DIVERSIDAD Y LA ACOGIDA DE REFUGIADOS
Uno de nuestros equipos senior, en el que juegan cinco refugiados tenía un sueño: jugar un torneo de fútbol de verdad. En una año de pandemia y crisis económica este era un objetivo poco realista. Pero la Donosti Cup y los Ascensores Orona decidieron que los Dragones de Lavapiés, después de haber creado una de las primeras despensas de alimentos del barrio durante el confinamiento, merecían volar alto. La Fundación del Torneo ha invitado al equipo senior a jugar en San Sebastián. Os presentamos a algunos de los protagonistas que van a ver cumplido un sueño:
Carlos Rocha es ese entrenador que, con un grito, le recuerda al adolescente cabizbajo que ha perdido un balón: “usted vale mucho, usted está en un equipo”. Es el mismo al que no le valen las excusas y se muestra inflexible con los chicos más mayores. Carlos, de origen peruano y nacionalidad venezolana es un enamorado del fútbol desde que tiene uso de razón.. “Yo no dormía cuando había educación física al día siguiente, alistaba la ropa…” Su padre fue dos años jugador profesional en Perú. Él lo intentó pero no pudo: la familia se trasladó a Venezuela y cuando llegó su oportunidad no tenía los papeles. “Eso te marca” dice.
Se hizo entrenador en Venezuela. Y cocinero. Fue analista táctico en la selección sub 15 y en la sub 17. Tras pasar por República Dominicana aterrizó en Madrid. En Dragones de Lavapiés lleva dos años trabajando. Este año ha tomado las riendas del senior B, un equipo muy especial. “Los chicos refugiados son una muestra de resiliencia”, dice. “Cruzar la puerta de tu casa para ir tras tu sueño… sé que no es fácil”. “Pero yo me sorprendo de cómo pasan las cosas, continua. Yo había viajado a San Sebastián con la imaginación, con el libro de Roberto Olabe” (el famoso entrenador de la Real Sociedad).
Bako es casi un niño, apenas ha cumplido 18 años. Salió de su casa en Mali con 16. En su ciudad natal, Ségou, en el centro del país, la violencia interétnica entre fulanis (pastores nómadas) y dogones (agricultores) se ve agravada en los últimos años por el yihadismo. “En el pueblo de al lado mataron a todos los que estaban en el mercado”, dice Bako en una mezcla de francés y español.
El sueño de este muchacho tímido y afable era crecer en paz y jugar a fútbol así que metió su ropa en una maleta junto con algunos zumos y pan y salió de su casa rumbo a Europa. Cruzó la frontera de Senegal, de Dakar se embarcó para Canarias y, tras pasar por un centro de inmigración, fue trasladado a Madrid.
Desde que pisó por primera vez territorio español Bako es feliz. Aprende español y siente que su sueño de futbolista sigue vivo. “Si trabaja, tiene cualidades”, dice Carlos, el entrenador. Aunque el objetivo primordial de los Dragones es crear vínculos de comunidad, los retos deportivos son un aliciente para crecer de forma individual y colectiva.
Akash Miah tampoco se imaginaba una invitación para la Donosti. Akash, nacido en el año 2000 es uno de los jugadores de los equipos con los que se fundó Dragones en 2014. A los dos años dejó de jugar para trabajar en el restaurante familiar. Siempre fue muy responsable. Volvió hace un par de años. Para él Dragones es una representación del barrio de Lavapiés: un barrio luchador, resistente y que acoge. “Yo me entiendo en inglés con muchos y luego Víctor, con el francés también nos hace de traductor con los chicos africanos”, cuenta. Akash habla bengalí, hindi, inglés, español y algo de portugués. Está dejando de fumar para ir a la Donosti.
Víctor del Río es el alma del equipo, dice que no aporta mucho dentro del campo pero todos sabe que fuera sí: Víctor graba los vídeos, ejerce de portavoz, da los discursos de ánimo en las horas bajas. Es él quien juntó a sus amigos del instituto para entrar en Dragones. “Me gustaba la filosofía”, cuenta. El primer año varios menores no acompañados que vivían en pisos de acogida, procedentes de Marruecos fueron invitados a jugar en el equipo. “Algunos como Samir están trabajando de camareros, Ilias creo que trabaja con una discográfica…” Los chicos aprendieron a hablar durante el curso y acabaron formando un buen equipo. En los dos años posteriores Dragones ha seguido recibiendo a chicas y chicos solicitantes de asilo o refugiados procedentes de organizaciones como ACCEM o CEAR en el equipo de Víctor. La experiencia ha sido muy positiva para todos. Los compañeros de instituto están ya en la universidad empezando carreras como Informática, Robótica o Físicas. “Otros no han dejado los estudios, están en el nocturno y están aprobando”, cuenta Víctor. Le preguntamos si cree que el hecho de tener procedencias tan distintas (Italia, Japón, Francia, Marruecos, Senegal…) hace que los Dragones sean más capaces de acoger a los refugiados. “Lo que tengo claro es que una cosa tan sencilla como el deporte ayuda a sentirse integrado, a estar durante un rato sin que nadie te mire juzgándote por otra cosa que tu juego, a no perder la sonrisa”, dice.
Víctor se quedará en Madrid por un examen del Grado en Derecho con Mención en Derecho Francés que estudia. Pero una parte suya estará en Donostia.
Allí, Íñigo Olaizola soñó con crear un torneo internacional hace 29 años. Hoy es el director de uno de los torneos para jóvenes más importantes del mundo. Su apoyo a los Dragones no es algo aislado: forma parte de la responsabilidad social del torneo que cada año invita a algunos clubs de todo el planeta que utilizan el fútbol como motor de cambio positivo en la sociedad. Por eso para los Dragones supone un honor este reconocimiento.