Madrid, 22 de abril de 2020/ Fotos Luis Camacho
La diversidad es la seña de identidad del barrio de Lavapiés, en el corazón de Madrid. Allí, entre camisetas pertenecientes a equipos de fútbol de todos los continentes y trofeos escolares un grupo de voluntarios enmascarados se afana por hacer lotes de verdura, fruta, latas, leche, aceite y arroz. También couscous, pañales y algún libro de cuentos. Fuera, en la calle unas cuantas personas esperan en una fila separada por la distancia considerada de seguridad mientras dos voluntarias van entrevistándoles para conocer sus necesidades.
La puerta del local del Club de Fútbol Dragones de Lavapiés se abre para recibir carros de comida que llegan del supermercado, de la frutería, de la pastelería que regala pan y platos cocinados… y rápidamente vuelven a cerrarse: la idea es poner todas las barreras posibles al “coronavirus”.
Desde el panel de la contraventana, el portero Íker Casillas sonríe clavado en su póster. “Football People” se lee en grandes letras. Es el lema de la organización antirracista “FARE”, a la que pertenece el club.
En el espacio del fondo, tres voluntarios más cogen el teléfono sin parar y van anotando en el ordenador las entradas y salidas de alimentos.
El ritmo de trabajo es vertiginoso: la demanda de ayuda se ha disparado. Más de cincuenta grandes lotes se reparten diariamente, algunos a domicilio, desde este lugar. Alrededor de 2000 personas han sido atendidas en este mes.
“La respuesta del barrio ha sido increíble”, dice Jorge Bolaños, presidente de los Dragones de Lavapiés. Cientos de voluntarios se han apuntado para ayudar y las donaciones permiten que las compras no cesen.
EL MILAGRO DE LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PECES
Nada más comenzar el estado de emergencia, los responsables del club se dieron cuenta de que muchas de las 250 familias que juegan en sus equipos iban a tener problemas para acceder a un mínimo sustento: Lavapiés pese al proceso de “gentrificación” que sufre sigue siendo un barrio humilde, con casas muy pequeñas y muchas personas inmigrantes a quienes la falta de documentos les aboca a la economía sumergida.
En ese momento, hace más de un mes, cuando tras una breve encuesta por whatsapp los responsables del club se enteraron de que dieciséis familias necesitaban ayuda alimentaria, las arcas de la organización estaban vacías. Con la prohibición de salir, el miedo al contagio y las multas empezaron una operación arriesgada: recoger la comida que los restaurantes y bares cerrados repentinamente les ofrecían en parte para evitar que se estropease.
Rabbi Alam, un joven emprendedor de apenas 20 años de origen bangladeshí se ofreció voluntario para recoger la primera donación: unos pescados de un restaurante peruano. En una acción perfectamente calculada llegó a su local de pollos asados con las bolsas mientras con un carro se acercaba ya la madre que tenía que recogerlas. Era una donación pequeña para las dos familias en las que se tenía que dividir. En la cara de la mujer se leía decepción pero aquellos peces eran un principio.
Al día siguiente el aviso llegó de “Donde da la vuelta el viento”, un bar. Allí donaron un gran saco de patatas y verduras. “El contacto con las familias no era mucho al haber suspendido los entrenamientos y preguntamos a la madre que vino a recoger la comida si sus hijos podían hacer las tareas que les enviaban del colegio. La respuesta no se me olvidará: “no tenemos para comer, vamos a tener para ordenador”, dijo, explicando que su hija se colaba en el locutorio de un amigo para poder seguir las clases del instituto”, cuenta Jorge Bolaños.
ACTIVISMO A TRAVÉS DEL MÓVIL
El contacto a través de grupos de whatsapp creados por las organizaciones del barrio (hay que destacar el trabajo de la dinamizadora de la Asociación de Vecinos La Corrala, Maribel) hizo posible una movilización en un tiempo récord de personas y recursos. Lo primero que pusieron en marcha, tras comprobar que los servicios sociales del ayuntamiento estaban saturados, fue un sistema de compras gemelas: alguien hacía la compra para sí y para otra persona que la recogía en el propio supermercado. Una periodista hizo varias de estas compras y un padre del club de fútbol, sindicalista hizo una generosa donación. Esto desató una cadena de acciones solidarias. Se abrieron cuentas en tres pequeños comercios (frutería, carnicería y pescadería) para las familias necesitadas del club y en seguida las ayudas se extendieron a todo Lavapiés. Un sponsor donó 1700 litros de leche y fueron repartidos en unas horas. Al día siguiente llegaron 900 kilos de comida del Banco de Alimentos y fue lo mismo: se repartieron en un día.
“Ahí nos dimos cuenta de la dimensión del problema y de que no podíamos parar”, explica Bolaños, a quien su ceguera no le ha impedido coordinar las acciones de reparto de alimentos en el barrio durante seis semanas sin descanso.
LOS ENMASCARADOS
Una de las características de la iniciativa al principio era su carácter semi-clandestino. Eso, unido a las mascarillas de los voluntarios,
les otorga una especie de segunda identidad. “Yo también se imitar voces”, corta “La Flaqui”, una argentina cantarina, de mirada hermosa y enorme capacidad organizativa, mientras ordena traer unos tomates a una voluntaria díscola. “No voy a hacer ningún pedido que no esté registrado para hoy, hay que respetar los turnos”, dice con firmeza.
En la vida real “La Flaqui” se llama Antonella y es actriz. La voluntaria díscola se llama Rocío y es profesora de actuación y hay un tercer voluntario en este turno, de nombre Patrick, también actor. No se trata de una casualidad: la gente de la cultura es empática y Lavapiés es un barrio de teatros. “La Flaqui” se dedica a organizar los lotes dentro del local porque se le parte el corazón al ver la cola de fuera, formada en buena medida por personas quienes en medio de la orden de aislarse, no tienen otro sitio para vivir más que la calle.
CONCEJALES LLEVANDO COMIDA A FAMILIAS EN CUARENTENA A PIE DE CARRO
En el local de los Dragones, el sistema de trabajo se ha ido perfeccionando día a día, se han creado equipos y han aparecido carteles estableciendo rutinas. Mariano, de “Carpinteros sin Fronteras” y de “Esta es una Plaza” ha fabricado rápidamente unas estanterías con tablas y cada producto tiene ahora su lugar. Sanna, una joven madre de futbolista, cocinera, todos los días ayuda a hacer la compra, asesorando sobre cantidades y precios. Ella también se ha quedado sin recursos al no poder trabajar y es usuaria del banco.
El mismo carro que lleva Sanna a la compra matutina lo va a empujar hoy el concejal de Mas Madrid Jorge García Castaño quien llevará comida a familias en cuarentena. Hace un año este político era el responsable de economía de todo el ayuntamiento de Madrid con el anterior gobierno de Manuela Carmena. Hoy, igual que Rita Maestre, una de las líderes más populares del partido y también concejala, quiere estar en Lavapiés. Jorge García Castaño recoge la comida que tienen ya preparada en “La Barra Dulce”. Allí Ana, la dueña del negocio y sus ayudantes cocinan diariamente menús especialmente para las personas que viven en la calle. ACYRE, la Asociación Madrileña de Cocineros y Reposteros, ha puesto en marcha a una red de proveedores y de hosteleros que trabajan para alimentar a los más afectados por la crisis. Trabajan a puerta cerrada pero con la misma energía y profesionalidad que en un día normal.
Volvemos al local. Dentro apenas se habla. Hay un momento en la mañana en el que faltan guantes. Al cabo de un rato, pasa una furgoneta por la calle y el conductor baja la ventanilla: ofrece un paquete sin decir nada. Un profesor universitario de lenguas árabigas asoma la cabeza y tras saludar dice: “voy al mercado, ¿traigo algo de pescado como ayer?”. Le dicen que no: Raíces de Ecuador, una asociación cultural cuyos miembros trabajan en una empresa de pescado que ha cerrado van recorriendo la ciudad repartiendo y hoy han descargado diez grandes cajas de caballa congelada: 100 kilos.
Por la tarde vendrán Fallou, de Senegal a ayudar con el reparto y Mónica y Sara, italianas. Jaime, ordena las entregas en el ordenador apoyando a Miguel Egea con el teléfono. Miguel, joven abogado y periodista, de carácter extrovertido y trabajador va a ser quien coordine el banco de alimentos en la nueva etapa a punto de empezar en una ubicación más grande: el Teatro del Barrio. Lavapiés, el barrio de la diversidad y de la cultura está volcado en no dejar a nadie atrás en medio de la pandemia.
En momentos de confinamiento estos son los goles. Adelante campeones!