LA CREACIÓN DEL PREMIO SÓCRATES, LA INICIATIVA DE FÚTBOL POR LOS GLOBAL GOALS DE NACIONES UNIDAS Y LA MEDICIÓN DEL IMPACTO DEL DEPORTE POR LA PAZ FUERON ALGUNOS DE LOS ASUNTOS TRATADOS EN LAS CONFERENCIAS PREVIAS A LA GALA DE ENTREGA DE PREMIOS



La voz pausada y un poco ronca de George Weah llena la Salle d´Or del hotel Fairmont de Monte Carlo, iluminada con pantallas y focos azules y verdes, los colores de la organización Peace and Sport.
Es la voz de un hombre que con sólo 56 años ha vivido muchas vidas antes de convertirse en lo que es hoy: un líder africano venerado por sus logros deportivos y políticos. El presidente de la república más antigua del continente, creada en 1847 por americanos liberados tras la abolición de la esclavitud y retornados a África, parece algo cansado. “Vuelvo cerrando un círculo en mi vida”, dice ante una audiencia entregada entre la que se encuentra el príncipe de Mónaco, Alberto II, quien está en la sala para darle el premio de honor esta noche.
Mi vecina de asiento, Merili, una joven rubia, con un precioso vestido azul-cenicienta, representante del Comité Olímpico de Estonia, nominada a los premios por un proyecto de acogida a refugiados ukranianos está visiblemente emocionada. “Ha debido de volar hoy desde Qatar”, dice mostrándome la foto en su móvil de Weah en una red social, horas antes en el Mundial, animando a Timothy, su hijo, también futbolista y jugador de la selección de EEUU.
En la fila de nominados de los premios Peace and Sport tengo a mi izquierda al líder del Concejo de Birmingham, Ian Ward, quien durante el fórum que antecede a la ceremonia ha explicado cómo la celebración de los Juegos de la Commonwealth en su ciudad ha servido para unir comunidades en un contexto de “superdiversidad” (un concepto acuñado por Vertovec y que los Dragones reivindicamos también como representantes del barrio de Lavapiés).
Un poco más allá está Raul, un joven y ojeroso ingeniero indio quien abandonó la tecnología para crear un programa de deporte en el que niños indios y pakistaníes juegan juntos. En su vídeo de presentación reconozco el busto de Tagore, el premio Nobel de literatura indio. Los dos le admiramos. También los dos sabemos que es muy difícil que hoy ganemos el premio (los Dragones estamos nominados por nuestro proyecto de fútbol y arte contra la violencia urbana) y que el verdadero premio es estar en las primeras filas escuchando a George Weah hablar de “la gloriosa tierra de Liberia” y recordar cómo hace 34 años, cuando tenía 22, llegó a Monte Carlo. Había sido contratado por el AS Monaco y traía una maleta en la que apenas cabían un traje y unos tacos de fútbol. Weah procede de una familia humilde de la capital de Liberia, Monrovia: de la isla de Bushrod. En Mónaco, su mundo y su fútbol crecieron: tras cuatro temporadas increíbles fue catapultado al París Saint Germain, al AC Milan, al Chelsea, al Manchester… Con el PSG ganó la liga del 93-94. Un año más tarde sería Balón de Oro.
Laurent Prud´homme, el director general de l´Equipe y director de “France Football”, la revista que creó el Balón de Oro también está en la Sala d´Or del Hotel Fairmont. Laurent lleva gafas de pasta negra y tiene el aspecto elegante y sofisticado que se espera de un ejecutivo parisino. Prud´homme junto con Jean Emmanuel de Witt, director general del AS Monaco han charlado durante el forum con Maher Naser, director de Comunicación Global y publicaciones de Naciones Unidas sobre “Football for the Goals” la iniciativa de la organización internacional para canalizar la energía del fútbol en la consecución de los ODS. Cómo medir el impacto para justificar la inversión en el deporte es la preocupación general. Ahora todos escuchan atentos a George Weah.
PARAR GUERRAS PARA JUGAR A FÚTBOL
La paz es condición necesaria para que exista desarrollo sostenible y el presidente liberiano, en su discurso, explica cómo en la guerra civil de su país el fútbol era la ocasión para el cese de las hostilidades, aunque fuese momentáneo.
Se hace referencia durante la jornada varias veces a las treguas originadas por las competiciones deportivas, como la primera documentada en la era moderna, la de los partidos de fútbol de Navidad en 1914, durante la Primera Guerra Mundial, cuando soldados británicos, franceses y alemanes cruzaron las trincheras para intercambiar regalos, enterrar a los muertos y jugar a fútbol.


Joël Bouzou, campeón olímpico de Pentatlón y presidente de Peace and Sport, creó esta organización y los premios, tras haber participado en su infancia en unos campamentos deportivos que se hacían con niños franceses y alemanes para cerrar las heridas de la Segunda Guerra Mundial, heridas que sus abuelos aún tenían abiertas. A pocos kilómetros de Mónaco, en Niza, grandes placas en las calles recuerdan a los héroes de la resistencia y los lugares en los que fueron apresados por los nazis. Al leerlas una se da cuenta de que la distancia en el tiempo no es tan grande como puede sugerir la existente entre el blanco y negro de las películas de Bresson y el simulador de conducción de fórmula 1 en la antesala del hotel Fairmont.



Pero en los últimos tiempo si alguien simboliza el poder del deporte para detener la sinrazón de la guerra es el futbolista de Costa de Marfil Didier Drogba. Su discurso en 2005, arrodillado ante las cámaras de televisión en el vestuario de la selección nacional recién clasificada para el Mundial es historia: “Perdonad, perdonad, perdonad. Deponed las armas”, dijo un inspirado y emocionado Drogba entre lágrimas. Y convenció.
En la actualidad el futbolista es el vicepresidente de la organización Peace and Sport y por la mañana se ha conectado junto a la futbolista palestina Honey Thaljieh desde Qatar por videoconferencia. La humildad de Drogba traspasa cualquier pantalla. “La gente nos escucha, tenemos que usar nuestra voz”, dice.
PRESIDENTE Y EX-FUTBOLISTA
Pero ahora es George Weah quien ocupa el escenario iluminado con pantallas y focos. Para él, la guerra civil de Liberia supuso mucho dolor y tener que exiliar a su familia a EEUU mientras jugaba en Europa.
Weah es un ejemplo de resiliencia: tras retirarse del fútbol, comienza a colaborar con UNICEF y con otras organizaciones comprometido con crear un cambio positivo en la sociedad. Decide en 2005 presentarse a las elecciones presidenciales de su país. Aunque es el candidato más votado en la primera vuelta, en la segunda, es derrotado. La ganadora de las elecciones dicta una ley para que sólo pueda acceder a la presidencia de Liberia un candidato con diploma universitario (ella había estudiado en Harvard). George Weah se va a la universidad en EEUU y se pone a estudiar una carrera. Cuando se presentó a las elecciones en 2018 nadie podía objetarle nada. Ganó. Este hombre de aspecto grave, que ha profesado la fe cristiana y la musulmana, que ha vivido rodeado de la pobreza y la riqueza más extremas y que ha elegido ayudar a los demás se convirtió así en una leyenda.
RAÍ, CAMPEÓN DEL MUNDO DE FÚTBOL Y HERMANO DE SÓCRATES
Al entrar en la Salle d´Or, Weah se ha fundido en un abrazo con un jugador de fútbol con el que compartió banquillo en el Paris San Germaine: Raí Oliveira. Raí creció a la sombra de otra de las grandes leyendas del fútbol, el “doctor”, Sócrates. Aunque Raí ha brillado como futbolista (en 1994 ganó el Mundial con la “Canarinha”) y ha creado “Gol de Letra”, una increíble organización que emplea el fútbol como herramienta de educación y transformación social en Brasil, es muy consciente de que siempre será conocido por ser el “hermano de Sócrates”. En múltiples entrevistas ha explicado que esa presión le llevó a querer ser mejor. Once años menor que el ídolo, recuerda que fue su padre quien les inoculó el ansia de conocimiento y de justicia. Y que viajar a Francia para jugar con el PSG le permitió conocer una sociedad igualitaria donde la empleada doméstica y el futbolista comparten médico y el colegio de sus hijos.
Raí lleva todo el día en Monte Carlo escuchando con atención, en primera fila, a los distintos ponentes que participan en el foro. Con paciencia infinita también posa para las fotos que en incesante goteo todos los asistentes a las charlas le solicitan. La profesora de un instituto bilingüe monegasco ha sido la primera, antes del primer coffee break, en interceder por un alumno admirador del jugador brasileño. Raí ha accedido a la foto esbozando una maravillosa sonrisa en su mandíbula cuadrada y ya nada ha podido detener el ansia coleccionista de los presentes.
Los adolescentes están bastante más pendientes de los conductores de la gala, estrellas de la televisión que pasan del francés al inglés con facilidad y hacen guiños en español y portugués.
Por la noche la periodista Anne Laura Bonnet, explicará quién es Sócrates y la “democracia corintiana”, esa forma de organizar el club de fútbol en la que los futbolistas tomaban las decisiones importantes que les atañían por votación. Sócrates, médico además de futbolista fue un verdadero activista contra la dictadura y sigue siendo uno de los mayores símbolos de integridad que tiene el mundo del fútbol. Por eso los creadores del Balón de Oro este año han decidido ponerle su nombre al premio al futbolista más destacado en el ámbito social. Sadio Mané, el “gaindé” senegalés que construyó un hospital en su región natal y cuya camiseta lucen con orgullo los niños de Lavapiés, ha sido el justo ganador del primer premio “Sócrates”.
Ya está a punto de terminar la gala, el príncipe de Mónaco se ha ido y Marili, Raul y yo no hemos ganado la estatuilla blanca con la paloma abstracta de Peace and Sport: ha volado a otros lugares donde el deporte es capaz de conseguir cosas increíbles, como en Afghanistán, donde la Unión Ciclista Internacional evacuó a unas niñas tras la ascensión al poder de los talibanes o en Colombia, donde desde los once años Gerson Andrés Florez aboga por el fin de las minas interpersonales y quien se dirige a los niños de hoy día para que no pongan barreras a su imaginación y a sus ganas de hacer un mundo mejor.
George Weah y Raí sonríen en el photocall.
Suenan en mi cabeza estos versos de Tagore:
“En las playas de todos los mundos, se reúnen los niños. Rueda la tempestad por el cielo sin caminos, los barcos naufragan en el mar sin rutas, anda suelta la muerte, y los niños juegan”.
En el proyecto europeo Football Makes History https://footballmakeshistory.eu/resources/toolkit/ creamos estas cartas… ¡este año hemos conocido a algunas y a algunos de los jugadores en persona!



