




-¿Es verdad que en Colombia los policías que tienen el chaleco dado la vuelta son los que matan?, pregunta Alí, 14 años, directo como una bala. Checho, el joven artista colombiano del colectivo “Raíces Aéreas” no la esquiva: “un policía con el chaleco dado la vuelta ha perdido su identificación y es un paramilitar”.
-¿Pero la gente ha salido a la calle para protestar por un impuesto? ¿Por qué no han vuelto a casa cuando el presidente ha dicho que lo retiraba?
Checho explica que la gran desigualdad existente en su país hace que un gravamen en la “canasta de la compra” aboque a muchas personas al hambre y que por eso es la protesta, pero que, en el fondo, el origen de la violencia en Colombia no es fácil de explicar para los propios colombianos. Hay muchos factores (las guerrillas, las milicias paramilitares, los narcos…) forman un nudo difícil de desatar.
Los chicos y chicas de Dragones se han reunido para jugar a fútbol en la cancha urbana que ellos han ayudado a construir en medio de la ciudad y también para acudir a un espectáculo, “Morituri te salutant”. De pronto el terreno de juego se ha transformado en un teatro, en un lugar donde una performance sobre la guerra y el fútbol tiene lugar ante sus ojos abiertos como platos.
Checho se ha convertido en un atleta del pasado, en un guerrero, en un futbolista colombiano, en un símbolo. Una música envolvente y misteriosa acompaña sus palabras y nos lleva a otros lugares, otros espacios en los que el deporte y el espectáculo se unieron a la violencia, como en las naumaquias romanas o en las “canchas” (palabra quechua) precolombinas.
Compartir en vivo esos momentos es algo que nos transforma y nos hace estar presentes de un modo especial frente a ese actor que encarna su personaje mostrando su cuerpo semidesnudo. Pero muchos asistentes están grabando con su móvil. Es algo que los teatros prohiben pero que en la cancha de Embajadores, al aire libre sucede con normalidad. Susan Sontag en su libro sobre la fotografía compara el disparo de la cámara con el de un arma. Y ese gesto de apuntar con el móvil forma parte de nuestra nueva forma de mirar el mundo, de capturarlo y de entenderlo.
Al fin y al cabo es a través del móvil como los niños han conocido lo que está sucediendo en Colombia. Es a través de Tik Tok cómo han sabido los detalles acerca de los chalecos y la violencia. Y seguramente es allí, en las redes sociales virtuales, donde crearán su narrativa. En esa intersección de tiempos y espacios, entre todo ese caos animamos a los niños y niñas a desarrollar el periodismo ciudadano, a crear un orden propio, a escribir sus percepciones e historias y a compartirlas pues es en ese proceso mediante el que aprehendemos y somos capaces de desarrollar el pensamiento crítico y resolver los problemas complejos.
Postdata
Unos días después del evento, Checho, el performer, nos envió unas fotos.
En ellas se ve un reparto de comida en Colombia y este ticket. Los 120 euros que tras el espectáculo Checho recogió en una caja de resistencia se destinaron a comprar alimentos en Antioquía. Quince de esos euros los pusieron los niños periodistas. Habían escrito y vendido ese día, un boletín, un “Dragonzine” sobre la visita anterior de unos refugiados africanos al solar de Embajadores 18 y sobre el inventor de futbolín, Alejandro Fisterra (las bombas de la guerra civil española en Madrid llevaron a Alejandro al hospital y para aliviar el aburrimiento, inventó el fútbol de mesa siendo casi un adolescente). Alejandro se convirtió en un exiliado más tarde. Todo está conectado. Hay que detener la guerra y la violencia y usar la palabra. Alejandro era poeta.
